martes, 24 de junio de 2014

El verdugo

El cine español mantiene vivo el tópico de basarse en tetas, putas y guerra civil. Aunque son temas recurrentes en la filmografía, los cinéfagos sabemos que el cine nacional goza de buena reputación por su calidad, pues cada año aparecen películas apreciables para el público y la crítica. Incluso en aquella época en que el cine padecía bajo la bota del Caudillo había artistas dispuestos a sortear la censura y regalarnos auténticas obras maestras, como la que nos ocupa ahora, El Verdugo del particularísimo Luis García Berlanga.

Inicios de los años 60, España. Es tiempo de pobreza y de jóvenes que ansían con emigrar a Alemania o Suiza para ganarse el pan. José Luis es uno de ellos. Trabaja en la funeraria y no cobra mal, pero su sueño es ser ingeniero. Su novia es hija de Amadeo, verdugo profesional para el régimen. Justo cuando Amadeo se jubila, las necesidades económicas de la familia aumentan: un bebé se incorporará en breve. Esto provoca que José Luis se vea obligado a ocupar el puesto de Amadeo. Al principio todo va bien, cobra maravillosamente y no tiene que ejercer, pero claro llega el momento en que se necesita a un encargado de ejecutar la sentencia y eso no es nada fácil…

En todo régimen donde se ejecuta a prisioneros, es necesario que alguien lleve a cabo el brete, y es ahí donde aparece la polémica y macabra figura del verdugo. A partir de este detalle es donde Berlanga y Azcona realizan uno de los mejores alegatos contra la pena de muerte que recuerdo. No sólo eso, sino que consiguen realizar la película sorteando hábilmente a la censura. ¿Cómo le dices a un dictador que la pena de muerte no está bien? ¿Cómo haces para manifestar que la pena de muerte no conduce a ningún lado? Y el mérito está en: ¿Cómo haces una película para manifestar que la pena de muerte es algo rechazable y que la censura de la época no prohíba la película?Por si fuera poco, también habla de temas que no favorecen la imagen del franquismo: la pobreza en comparación con los privilegios de los funcionarios, el “amiguismo”, la falta de libertades…

El medio es convertir el film en una comedia negrísima, cuyo sutil y atroz humor no oculta un devastador ataque a las ejecuciones sumarias del Estado.

No contento con ello, Berlanga aprovecha para retratar la sociedad española del momento, mostrando sin regodeos la pobreza reinante en el momento que incluso obliga a la gente a ir contra sus ideales para poder sobrevivir, como vemos en la decisión no tan libre de José Luis de convertirse en verdugo. El problema de la vivienda, el sexo pre-matrimonial, el papel de los funcionarios… problemas de la hipocresía de la sociedad reflejados con acierto en escenas, como por ejemplo:

-          El hecho de que la pareja de enamorados acaben juntos porque ambos están relacionados, de algún modo, con la muerte y por tanto sean marginados por el resto de la sociedad.
-          La visita al futuro piso que provoca toda la trama, con el malentendido con los otros visitantes, el espontáneo y la resolución del caso.
-          Los funcionarios jugando al ajedrez mientras José Luis y Amadeo buscan el expediente que necesitan.
-          La boda que, al ser de penalti, se realiza un poco de aquella manera…
-          La firma de libros de Corcuera, la dedicatoria y el éxito del día.
-          El requerimiento en las cuevas del Drach, que rompe la armonía y la felicidad reinante.


Pero no se vive sólo de un buen guión. La película no se sostiene sin la buena actuación del protagonista, Nino Manfredi, que desprende naturalidad y desesperación a partes iguales. Esclavo de los tradicionalismos al tener que casarse y esclavo de la pobreza al tener que convertirse en verdugo. Y luego el maravilloso Pepe Isbert que convierte al verdugo Amadeo en alguien que no es siniestro ni malintencionado, que inspira hasta ternura. Tan metido en su trabajo que no parece tener sentimientos (que si afloran para con su hija) y que no es hasta el desenlace de la película que vemos que no es más que otro pobre diablo atrapado por la necesidad. Isbert convierte en posible lo imposible: conseguir que sintamos compasión y empatía hacia alguien que vive de acabar con vidas humanas. Impagable como defiende el garrote vil frente a otras vías de ejecución y cómo se come la pantalla cada vez que aparece. Espectacular.

Disfrazar de comedia la obra no le impide a Berlanga lanzar dardos envenenados contra el proceso mortal, nada más hacerse inevitable la ejecución. No hay más que ver la escena del cadalso, en que se acaban confundiendo ejecutado y ejecutor, o el desprecio de los presos hacia José Luis, e incluso su entrada en la cárcel, con pocas diferencias respecto a la de un prisionero común.


El Verdugo es una pequeña obra maestra del cine español, hay que disfrutar de su naturalidad y su espontaneidad, así como de su sarcasmo al mostrar lo irracional y bestial de la pena de muerte. El inicio es bello y realista, describiendo una sociedad aún cercana y reconocible, pero su media hora final es simplemente apoteósica, es al mismo tiempo inquietante, divertida, imprevisible y trascendente. Un clásico indiscutible, por su tema y su enfoque, y más sabiendo en las condiciones sociopolíticas en que se rodó. Buenísima.

Nota: 9
Nota filmaffinity: 8.3

- Es la última vez que lo hago.
- Sí, sí... eso dije yo la primera vez.  

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